Bobby Sands: la huelga de hambre que cambió para siempre el conflicto de
Irlanda del Norte
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La muerte de Bobby
Sands debido a su huelga de hambre le convirtió en un martir de la causa del
IRA y del Sinn Fein.
Hace
cuarenta años, el 5 de mayo de 1981, Bobby Sands, de 27 años, líder del IRA en
la prisión de Maze, a las afueras de Belfast, realizó una huelga de hambre
hasta morir. Peter Taylor, quien cubrió la historia en aquel momento, explica
en este texto cómo esa huelga marcó un punto de inflexión en el conflicto de
Irlanda del Norte, ayudando a allanar el camino para que el ala política del
IRA, el Sinn Fein, se convirtiera en el principal partido de la isla de
Irlanda.
La semilla de la
huelga de hambre se plantó en 1976, cuando el gobierno laborista de Harold
Wilson abolió el estatus de "categoría especial" que los prisioneros
del IRA habían recibido anteriormente, permitiéndoles, entre otras cosas,
llevar su propia ropa.
La cuestión de la ropa
era importante para ellos porque afirmaban que eran presos
"políticos", que luchaban por conseguir el objetivo histórico del IRA
de una Irlanda unida; los uniformes de la cárcel los criminalizaban,
argumentaban.
Así, muchos
respondieron a la retirada del derecho a llevar su propia ropa por parte del
gobierno de Wilson no llevando nada en absoluto.
Gerard Hodgins, un
republicano de Belfast condenado a 14 años por delitos de terrorismo y
pertenencia al IRA, me contó lo que ocurrió cuando llegó a los pabellones con
forma de H construidos en la prisión de Maze.
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La prisión de Maze, el
laberinto, tenía sus módulos dispuestos en forma de H.
"No me
identifiqué como un criminal. El funcionario de prisiones estaba allí diciendo:
'Bien, estás aquí para cumplir tu tiempo de condena. Puedes hacerlo por las
buenas o por las malas. Si sigues mi consejo, te pondrán los uniformes ahora.
Si no, desnúdate'. Así que te desnudabas allí mismo mientras te ridiculizaban
y te abucheaban los guardias".
Los llamados
"hombres manta", que se cubrían con las mantas que les dejaban en la
cama, planteaban cinco reivindicaciones: el derecho a llevar
su propia ropa, a no hacer trabajos en la cárcel, a organizar sus propios estudios,
a recibir paquetes de casa y a disfrutar de libertad para mezclarse con sus
camaradas. Eran lo suficientemente inteligentes como para darse cuenta de que
el gobierno nunca les concedería un estatus político.
Pero su protesta
despertó poca simpatía fuera de los muros de la prisión. La comunidad
nacionalista se mostró en gran medida desinteresada y apática. El gobierno se
mantuvo firme, sintiendo que estaba en el bando ganador.
Así que los presos
intensificaron la protesta, negándose a "vaciar" los orinales que
tenían en sus celdas, ya que no había retretes. En su lugar, vertían su orina
en el suelo y embadurnaban las paredes con heces. Se conoció como la protesta
"sucia".
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Los presos del IRA
iniciaron una huelga "sucia", que consistía en impregnar sus celdas
de orina y excrementos.
"Te acostumbras a
ello. Te despertabas por la mañana con gusanos en la cama", dice Gerard
Hodgins, que vivió así durante unos tres años. "Llega un momento en que te
los quitas de encima y listo".
Cathal Crumley, de
Londonderry y quien fue condenado a cuatro años por pertenecer al IRA a los 18
años, me cuenta que solía barrer la orina por debajo de la puerta de la cárcel.
"Recuerdo que
durante años dormí sobre un trozo de esponja empapado de orina, que se metía
por debajo de las puertas. Era incómodo, me revolvía el estómago, pero ese era
el campo de batalla que se había planteado para nosotros y o sobrevivíamos o
nos rendíamos".
En 1980, a pesar de
las horribles condiciones, la "protesta sucia" no había logrado calar
entre buena parte de la comunidad nacionalista. Muchos simplente creían que las
condiciones eran autoinfligidas. Con la moral hundida, los presos
decidieron optar por la opción nuclear: la huelga de hambre.
Calcularon que estar
dispuestos a sacrificar sus vidas por sus convicciones encendería finalmente a
sus partidarios y obligaría a la nueva primera ministra conservadora, Margaret
Thatcher, a comprometerse en la cuestión.
Siete presos se
negaron a comer el 28 de octubre de 1980, y recuerdo que tenía mis dudas de que
siguieran adelante. Pero lo hicieron. Después de 53 días, estaban mirando a los
ojos de la muerte cuando se llegó a un acuerdo a través de canales secretos,
facilitados por el oficial del MI6 Michael Oatley.
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Un póster muestra a
Brendan Hughes, uno de los activistas en huelga de hambre de 1980, con el
rostro demacrado y envuelto en una manta.
Sorprendentemente, el
compromiso fue autorizado por Thatcher. Le pregunté a Oatley -conocido como
"El escalador de montañas" por el IRA- si la fórmula permitía a los
presos llevar su propia ropa.
"Creo que dejó
ese tipo de cuestiones bastante abiertas", respondió. "Sí sugirió
algunas concesiones".
Los presos pusieron
fin a su huelga de hambre creyendo que iban a conseguir su propia ropa -las
familias llevaron las prendas a la prisión-, pero el gobierno tenía otros
planes.
Recuerdo muy bien a un
funcionario de la Oficina de Irlanda del Norte en Belfast abriendo el cajón de
su escritorio y sacando una camisa de su envoltorio de la tienda Marks and
Spencer's. "Mira", dijo con orgullo, "vamos a darles, no su
propia ropa, sino ropa nueva".
"Pero nunca se la
pondrán", aseguré. Y no lo hicieron.
El acuerdo se
desmoronó. Los prisioneros acusaron a los pérfidos "británicos" de
traición. Le pregunto a Michael Oatley qué había fallado.
"Creo que al
final de la primera huelga de hambre el régimen penitenciario no se modificó lo
suficiente para satisfacer las expectativas de los presos", relata.
Creo que eso era
probablemente una exageración. Hoy en día, Oatley describe la huelga de
hambre como "una tragedia desgarradora que podría haberse evitado".
Dos meses después,
cuando me enteré de que el hombre al mando del IRA en la prisión (conocida como
"el Laberinto"), Bobby Sands, iba a liderar una segunda huelga de
hambre, que comenzaría el 1 de marzo de 1981 -el quinto aniversario de la
abolición del estatus de categoría especial-, supe que esta vez, a falta de
cualquier acuerdo, sería hasta la muerte. Nueve voluntarios siguieron a Sands.
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Manifestantes en
Belfast celebran una vigilia silenciosa por los presos del IRA en huelga de
hambre en 1981.
Thatcher nunca vaciló
"El crimen es el
crimen", declaró. "No es político. Es un crimen. No puede haber
ninguna cuestión de estatus político".
Tampoco hubo ningún
compromiso por parte del IRA. Estaba destinado a ser una lucha épica entre la
Dama de Hierro y aquellos hombres con voluntad de hierro.
Entonces se produjo un
acontecimiento totalmente inesperado: se anunciaron unas elecciones parciales
en la circunscripción de Westminster de Fermanagh/South Tyrone.
Entonces, Jim Gibney,
del Sinn Fein, intuyendo que el apoyo exterior a Sands y a los demás huelguistas
de hambre estaba disminuyendo, sugirió a Gerry Adams -entonces vicepresidente
del partido- que Sands se presentara como candidato.
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La guerra de la
propaganda por los huelguistas se reflejaba en los muros de las calles de
Irlanda del Norte.
Después de muchas
discusiones, Adams aceptó y Sands se mostró dispuesto a presentarse como
candidato de los presos políticos. Alterando las expectativas del
gobierno, Sands ganó las elecciones por un estrecho margen de 1.446
votos, con una participación del 87%.
El diputado unionista,
Ken Maginnis, probablemente reflejó la opinión de la gran mayoría de sus
electores cuando dijo que estaba sorprendido y horrorizado.
"No podía creer
que mi vecino católico, al que siempre he tratado con mucho respeto, pudiera ir
a votar a alguien que iba a asesinarme a mí o a algunos de mis amigos y que era
un enemigo de esta comunidad en particular. No podía creerlo".
Sands muere y todo cambia
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La muerte de Sands y
su funeral fueron un pinto de inflexión.
Sin embargo, resultó
ser un punto de inflexión crítico que cambió el curso del conflicto.
"Era muy, muy
difícil, antes de que Bobby Sands fuera elegido, argumentar internamente que el
camino a seguir pasaba por presentar al Sinn Fein en las elecciones",
rememora Jim Gibney. "Fue uno de los puntos álgidos en cuanto a convencer
a los republicanos de las virtudes de la política electoral".
Un mes después de su
elección, y tras 66 días de huelga de hambre, el diputado Bobby Sands
murió.
Alrededor de 100.000
personas acudieron a su funeral, confundiendo de nuevo las expectativas del
gobierno, que creía que la huelga de hambre tenía un apoyo limitado. Para los
que marcharon detrás de su ataúd, Sands era un mártir, y Margaret Thatcher, una
asesina.
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Miles de personas
acudieron al funeral de Bobby Sands el 7 de mayo de 1981.
"El señor Sands
era un criminal convicto", dijo la primera ministra. "Eligió quitarse
la vida. Fue una elección que su organización no permitió a muchas de sus
víctimas".
En los tres meses
siguientes, otros nueve huelguistas fueron enterrados con todos los
honores por el IRA. La mayoría llevaba más de 60 días sin comer.
Thatcher olió la
victoria.
"Ante el fracaso
de su desacreditada causa, los hombres de la violencia han optado en los
últimos meses por jugar la que puede ser su última carta", sentenció.
Pero
los presos siguieron sumándose a la huelga de hambre en otoño. Gerard Hodgins se negó a comer el 14
de septiembre. Sabía exactamente lo que estaba haciendo.
"La huelga de
hambre llegó a encapsular toda la lucha para nosotros. Creíamos que si
perdíamos ésta, habíamos perdido la guerra. Todo lo que habíamos sacrificado
hasta ese momento habría sido en vano".
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La muerte de Bobby
Sands provocó disturbios en Belfast, ya que los partidarios del IRA
consideraban a la primera ministra Margaret Thatcher una asesina y a él, un
martir.
Puso fin a su huelga el
3 de octubre, junto con el resto de sus compañeros, después de que quedara
claro que sus familias autorizarían una intervención médica para salvar la vida
de sus hijos.
Para entonces,
Thatcher había enviado a James Prior a Belfast como secretario para Irlanda del
Norte, con el fin de intentar resolver la huelga de hambre.
Prior, un gran
conciliador, hizo concesiones y, una vez terminada la huelga, modificó las
normas de la prisión.
A los presos se les
permitió vestirse con sus propias ropas, asociarse libremente, recibir más
visitas y eximirse del trabajo en la cárcel. A primera vista, los huelguistas
de hambre habían ganado, pero a un coste terrible.
Un mes después del
final de la huelga de hambre, en la conferencia anual del Sinn Fein, el
director de propaganda del partido, Danny Morrison, dio voz por primera vez al
eslogan "Armalite [un tipo de arma] y urna", frase que
reflejaba la fusión de violencia y política que iba a definir la
estrategia del IRA/Sinn Fein durante los siguientes 15 años.
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Los enfrentamientos en
Belfast entre las fuerzas de seguridad y los manifestantes fueron constantes.
Al año siguiente,
Martin McGuinness, que había declarado ante un tribunal irlandés en 1973 que
estaba orgulloso de ser miembro del IRA, fue elegido por la Asamblea de Irlanda
del Norte, y en 1983 Gerry Adams fue elegido para Westminster. Eso fue
la urna.
El
Armalite se reflejó en 1984, cuando el IRA puso
una bomba en el Grand Hotel de Brighton, donde el Partido Conservador celebraba
su conferencia anual.
Cinco miembros del
partido fueron asesinados. Thatcher sobrevivió por poco. Los dirigentes y las
bases del IRA lo vieron como una venganza por la huelga de hambre.
El "extraordinario" recorrido del Sinn Fein
El trascendental
avance político del partido se vio finalmente coronado cuando Martin
McGuinness, en su día el líder más poderoso del IRA en la isla, se convirtió en
viceprimer ministro de la Asamblea de Irlanda del Norte, compartiendo el poder
con su gran enemigo de otro tiempo, Ian Paisley.
Sorprendentemente,
McGuinness llegó con pajarita blanca y frac para cenar con la reina Isabel II
en el Castillo de Windsor. Lo hizo, me dijo, "para tender una mano de la
amistad al pueblo unionista del Norte".
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Los líderes del Sinn
Féin Gerry Adams y Martin McGuinness en un funeral del IRA en 1987.
Las huelgas de hambre
fueron fundamentales en el extraordinario recorrido del Sinn Fein, que lo
convierte ahora en el mayor partido político de la isla de Irlanda,
compartiendo el poder en Belfast y llamando a la puerta en Dublín.
Es una transformación
que nunca soñé que vería cuando cubría las huelgas de hambre desde su origen
hasta su dramático clímax.
¿Cómo
veía el avance del Sinn Fein el secretario de Irlanda del Norte, que finalmente
puso fin a la huelga de hambre?
Entrevisté a James
Prior dos años antes de que muriera a los 89 años. Le pregunté si creía que la
doble estrategia había funcionado. Fue notablemente sincero.
"Supongo que, en
retrospectiva, hay que decir que sí funcionó. Por muy desagradable que suene,
me temo que sí funcionó".
Le planteé que los
gobiernos nunca pueden reconocer que la violencia funciona, mientras estén en
el poder.
"No",
contestó. "Hace falta que transcurran muchos años, como los que han pasado
ahora, en el momento de tu pregunta".
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