El caso de Andrea Ruiz Costas: “Ella estaba pidiendo ayuda a gritos”
La mujer de 35 años relató ante una jueza el patrón de
acoso de su expareja. No fue escuchada y el hombre la asesinó.
Andrea Ruiz Costas relató
por vídeoconferencia a la jueza Ingrid Alvarado Rodríguez, en términos
inequívocamente claros, el infierno que atravesaba: un hombre con el que había
tenido una breve relación sentimental, Miguel Ocasio Santiago, amenazaba con publicar
imágenes íntimas que extrajo de su teléfono, la acechaba en el trabajo, en el
estacionamiento, merodeaba su casa y hasta lo había visto en una gasolinera
cercana a su residencia.
“Obviamente,
tenía miedo porque él no la dejaba en paz”, relató
la fiscal de distrito de Caguas, Aracelys Pérez. “Era una joven muy
inteligente, muy articulada, que sabía lo que estaba narrando, que es la que
presenta prueba, es la única testigo de sus hechos”, agregó la fiscal.
La jueza Alvarado
Rodríguez desestimó el caso. Eso ocurrió el pasado 26 de marzo. Un día antes,
Ruiz Costas, de 35 años, había solicitado una orden de protección contra el
hombre. La jueza Sonya Nieves decidió no expedirla, sino citar a ambas partes a
una vista el 31 de marzo.
Luego
de esos dos reveses, Ruiz Costas se rindió. No quiso saber más del sistema
judicial. Poco más de un mes después, el hombre al que fue a denunciar la mató
y quemó su cuerpo en un paraje solitario en Cayey, según su propia confesión.
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“Ella me dijo: ‘no sé
qué más hacer, no sé qué más puerta tocar’. Todas las puertas se le cerraron.
Nadie la escuchaba. Ella estaba pidiendo ayuda a gritos”, dijo a El
Nuevo Día una amiga de Ruiz Costas, que prefirió que no se le
identifique.
Lo que pasó en corte
está actualmente bajo investigación de la Oficina de la Administración de
Tribunales por orden de la jueza presidenta del Tribunal Supremo, Maite Oronoz, quien separó a las juezas Alvarado Zayas y Nieves de
atender casos de violencia de género y declaró que los tribunales tienen “un
rol indispensable e indelegable de frenar la violencia, brindar seguridad a sus
víctimas y sancionar a los agresores”.
Esas expresiones le
ganaron ayer una censura de la Unión Independiente de la Sociedad para la
Asistencia Legal, cuyo presidente, Rubén Parilla, dijo que las afirmaciones
“laceran tremendamente el derecho constitucional de toda persona a un juicio
justo e imparcial”.
La Asociación
Puertorriqueña de la Judicatura también criticó el proceder de Oronoz. “Ordenar
una investigación contra una jueza por ejercer la discreción que le otorga el
puesto al cual fue nombrada, sin concederle un ápice de debido proceso a esta
funcionaria, resulta en un ataque a la dignidad de la toga que representa
nuestra profesión”, dijo el presidente del organismo, el juez Carlos Salgado.
“Por otro lado,
retirar a un magistrado de la sala que preside y para la cual ha recibido
adiestramientos especializados, por tomar una decisión antipática y para la
cual nadie ha solicitado revisión, infringe el principio de independencia
judicial que los Cánones de Ética Judicial promulgan”, agregó el juez.
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No había nadie ayer
que pudiera entender cómo fue que la jueza Alvarado Rodríguez no vio ningún
potencial delito en la denuncia grave, concreta y específica que hizo Ruiz
Costas. Entre los que no entienden, está hasta el gobernador Pedro Pierluisi, quien declaró: “Es que no puedo entender cómo
aquí no hubo la cintila de evidencia, que es el mínimo de evidencia requerido,
para que se ordenado el arresto del imputado. De la propia denuncia, se veía
que esta víctima estaba bajo asedio. Se veía que había que protegerla”.
En la vista, no
participó ningún fiscal, lo que, en este momento, no es requerido. Pierluisi
dijo que instruyó al secretario de Justicia, Domingo Emanuelli, para que,
mediante legislación o reglamentación, se establezca que siempre haya presencia
del ministerio público en todo caso de violencia de género. El Senado aprobó ayer una medida para que sea obligatoria la presencia de
fiscales en casos de Ley 54 de violencia doméstica.
Conocedores del caso
tampoco entendían por qué la jueza Nieves no concedió la orden de protección
sin escuchar a la otra parte. “Por menos de eso, se expiden órdenes de
protección. No había que esperar hasta la vista”, opinó la fiscal Pérez.
El
contratiempo en la corte y su atroz muerte fueron los desenlaces de los meses
de infierno que vivió Ruiz Costas desde que decidió culminar su breve relación
con Ocasio Santana. La mujer, que no
tenía hijos, era empleada de una tienda de ropa en el centro comercial
Montehiedra. Ocasio Santana era guardia de seguridad en el mismo centro
comercial. Tan pronto ella decidió culminar la relación, el hombre se volvió
obsesivo.
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“Ella me mencionó
ciertos incidentes que le preocupaban, como por ejemplo, que el caballero la
acechaba, merodeaba los pasillos (del centro comercial) cuando no estaba en su
turno, la esperaba en el estacionamiento, la seguía, pasaba por su casa, no
podía relacionarse con nadie porque él empezaba a llamar”, relató la amiga de
la víctima de violencia machista. “El caballero, según ella me contó, estaba
obsesionado con ella. Cuando ella le dijo que no quería seguir con él, no pudo
superar eso”, añadió.
Según la amiga de la
mujer asesinada, Ocasio Santiago creó cuentas falsas de Facebook como si fueran
de ella y la hostigaba a través de las redes. Además, confirmó que él tenía
unas imágenes íntimas de ella, y la amenazaba con hacerlas públicas si ella
insistía en dejarlo. “Ahí fue que yo le dije que esto no es normal, que esa
persona estaba enferma”, contó.
El
director del Cuerpo de Investigaciones Criminales (CIC) de Guayama, Miguel
Figueroa, dijo que, en algún momento, la tienda en que ella trabajaba activó el
protocolo de violencia doméstica.
La gerencia del centro comercial dijo ayer que ni ella ni él eran empleados de
la corporación como tal, pero que cooperan con la pesquisa policiaca y, por lo
tanto, no podían emitir ninguna declaración sobre el tema.
Ruiz Costas le
manifestó a su amiga la desconfianza de que en el trabajo pudieran protegerla.
“Me dijo que él era bien manipulador, que guardaba las apariencias. Que él era
bien astuto y, en el trabajo, era el mejor hombre del mundo, que todo el mundo
lo quería, que nadie le iba a creer, que pocas personas sabían cómo era él de
verdad”, abundó la amiga.
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En una ocasión en que
ella fue a llevarle almuerzo, vieron al hombre mirando al carro desde la puerta
del centro comercial. “Después, yo pensando, creo que él estaba velando quién
estaba con ella, con quién hablaba”, manifestó la amiga.
Ayer,
mediante declaraciones escritas, las familias Ruiz y Costas agradecieron “las
muestras de cariño y solidaridad expresadas ante la inesperada y trágica muerte
de nuestra amada Andrea”.
Solicitaron espacio
para manejar la pérdida y agregaron: “Como país, tenemos mucho que trabajar
para erradicar la violencia y lograr una sociedad justa de paz e igualdad”
“Gracias Puerto Rico.
Gracias por el abrazo colectivo. Andrea vivirá siempre en nuestros corazones”,
dijeron las familias.
Laura
Quintero, Leysa Caro Gloria Ruiz Kuilan colaboraron en esta historia.